El miércoles 6 de febrero de 1957, se despachó desde la sucursal 6B de la Empresa Nacional de Correos -en Caballito- un telegrama que decía: "Prorrogámosle contrato". Lo remitía Ferro Carril Oeste y estaba dirigido a la avenida Independencia 3739, que era entonces el domicilio de Antonio Garabal. Pistola, el gran wing izquierdo de aquellos tiempos, tenía 23 años y no andaba por Buenos Aires: acababa de terminar una gira por Colombia con el club y se preparaba para sumarse al Campeonato Sudamericano que estaba por empezar en Perú.
El contrato no debe haberse firmado nunca. El 25 de marzo siguiente, Garabal voló a Madrid (España) para incorporarse al Atlético, donde jugaría el resto de esa temporada y la siguiente. Hacía apenas cuatro meses se había convertido en el primer jugador de Ferro en anotar un gol con con la camiseta argentina. Tampoco alcanzaría a debutar en el Sudamericano. Las crónicas de la época dicen que se puso a llorar cuando le informaron en Lima que el pase estaba hecho; sus compañeros Federico Vairo y Pipo Rossi -más veteranos- fueron quienes lo convencieron de la oportunidad.
Para Ferro fue un negoción: m$n 1.700.000 limpios, un récord. Otro tanto pagó el Atlético Madrid por Dante Lugo, compañero de Pistola en el ala izquierda de la selección; juntos regresarían al país dos años más tarde, primero a Deportivo Español por unos meses, después a Boca y finalmente a Ferro.
A finales de los años 50, en el fútbol argentino florecían los cracks. Muchos empezaban a irse a los grandes clubes de Europa, como Ernesto Cucchiaroni (de Boca al Milan) y Antonio Angelillo (de Boca al Inter), que se sumaban al Nene Rial y Alfredo Di Stefano en el Real Madrid. En el flanco izquierdo de la delantera argentina en Perú, en vez de Lugo y Garabal jugaron el Cabezón Sívori y Osvaldo Cruz.
A Pistola no le fue muy bien en España. Jugó 13 partidos y convirtió 2 goles (uno al Barcelona y otro a la Real Sociedad). En cambio, en su vuelta a Caballito la rompió.