Con estas canilleras jugaba Héctor Ángel Arregui, la Chancha, nuestro He Man XXL. Rubio, siempre en el límite de su peso, el Chueco -porque así también lo llamaban- fue de los grandes ídolos de Ferro en la década del 70. Surgió desde las divisiones inferiores, debutó en 1968 y diez años después nos llevó de regreso a Primera.
La tarde de los primeros festejos, un sábado de invierno con victoria frente a Los Andes, la Chancha Arregui dio la asistencia del último de los tres goles de Ferro. El público invadió la cancha y despojó de su ropa a la mayoría de los jugadores. El Templo de Madera estallaba. Entre los que perdieron la camiseta estaba el dueño de la 10, la Chancha, héroe de toda una generación.
Todavía faltaban 5 minutos para el final reglamentario del partido. El árbitro, Ricardo Calabria, se empecinó en que terminara completo y obligó a los jugadores de Ferro a que consiguieran de nuevo sus remeras. El utilero debe haber trabajado a lo loco. La de Arregui apareció de milagro: se la prestó un muchacho que había saltado de la platea, con el 10 en la espalda y todo.
La historia está relatada en el libro Juega Ferro. Cuando terminó el partido -cumplidos los 90 minutos- y la gente invadió de nuevo el campo de juego, el chico fue a buscar de nuevo a la Chancha y recuperó la número 10. Y además, en agradecimiento. la Chancha le regaló estas canilleras.