Faltan 8, 10 minutos para el final del partido. Ferro le gana 3 a 2 a Los Andes y se está consagrando campeón de la B. En la cancha de Defensores de Belgrano, el escolta, Almirante Brown, resigna sus últimas chances ante Deportivo Armenio. Ferro vuelve a Primera, carajo, y todo el mundo quiere empezar con los festejos.
En la platea de cemento, un grupo de chicos y no tan chicos está a punto de saltar al campo de juego. Ahí se ve la publicidad de Athleta -la marca que vestía entonces al plantel- dibujada sobre lo que a esa hora era el último escalón antes saltar al pasto. La imagen que capturó el Mudo Aleva es del costado de la platea que da a Martín de Gainza; lo mismo sucedía en la otra punta y en la tribuna local, donde había gente que ya había sorteado el alambrado y esperaba para abalanzarse sobre los jugadores y dar la añorada vuelta olímpica con ellos.
La invasión no iba a tardar en desatarse. Pero el árbitro, Ricardo Calabria, se iba a empecinar en que se jugara ese último ratito, como manda el reglamento. Ferro había pasado apenas un año en el fútbol de ascenso; en esa época se podía tener más paciencia.