Al final de la temporada de 1939, después de muchas discusiones, Ferro y Boca llegaron a un acuerdo por el pase de Jaime Sarlanga, la figura de La Pandilla que había batido récord de goles en el club. La transferencia incluyó la llegada de tres jugadores que no tenían mucho lugar en Boca: el delantero, José Liztherman y de los mediocampistas Daniel Pícaro y Joaquín Argentino Corvetto, el único al que le esperaba una carrera larga en Ferro.
Corvetto no era muy agraciado: lo llamaban Cara de Goma. Se había iniciado en un club de barrio cerca del Riachuelo, llamado Río de la Plata, y en las inferiores de Independiente, donde jugaba como centroforward. En 1939 se incorporó a Boca, ya como centrohalf, pero solo jugó unos pocos partidos amistosos: tenía delante a Ernesto Lazzatti, un ídolo xeneize.
Para 1940, Ferro tenía un equipo con muchos cambios respecto del torneo anterior. Corvetto enseguida se afianzó como titular. En 1945 tuvo un año fatal: fallecieron su mujer y su hijo en un accidente -según cuenta la revista La Cancha de la época- y, en un partido, él se fracturó el peroné. Se quedó en Ferro hasta 1947 para probar suerte en Uruguay y, luego, en el Ascenso.