1993

Una estatua para Timoteo es poco

Carlos Timoteo Griguol es el técnico más importante de la historia de Ferro no solo por haber llevado al club a un éxito jamás imaginado. El Viejo es el más grande de todos por haber sostenido una serie de valores que identificaron a sus equipos y se proyectaron a toda una generación de pibes. Por haberlos predicado  y, más que eso, por haber puesto en práctica esos valores genuinamente, tanto en la cancha como afuera.

La Fiesta del Salame es un ejemplo chiquito y, a la vez, elocuente de lo que Griguol fue para Ferro. Timoteo era capaz de organizar toda una movida con la excusa de reunir fondos para la pensión de las inferiores o tapar un agujero donde hiciera falta. La foto del Mudo Aleva pertenece a una de esas celebraciones; el Viejo Griguol, con pantalones festivos y polera al tono, y a la derecha Enrique Rotemberg, médico del club, con una camisa no menos estridente.

Todo se inició en aquellas míticas temporadas en Villa Giardino (Córdoba), en la que el profe Luis Bonini -otro de los integrantes del dream team de Timoteo- dejaba a los jugadores hechos unos cohetes. De regreso a Buenos Aires, en el micro, el plantel pasaba por Colonia Caroya y compraba el mejor salame del mundo, un poco de queso y unos vinos. Una semana antes de empezar el campeonato, se montaba la famosa fiesta en el Gimnasio Etchart. Con muchos invitados -socios, hinchas, amigos- y entradas pagas para que fuera una verdadera cena de recaudación de fondos.

Había banda musical, algún contador de chistes. Los propios integrantes del plantel profesional de Ferro estaban en los detalles: parte del compromiso con el club y con estos valores. Timoteo, por supuesto, era el primero en animar la fiesta.

3 de septiembre de 2018

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