El Beto Márcico es el pibe flaquito que está con los pies cruzados, a la derecha del banco que todavía tenía esa lona verde y blanca. Está sentado entre Rubén Rota y el médico del plantel, de apellido Bombini. Los demás suplentes -que en aquel tiempo eran solo cinco- son Silvio Sotelo (parado detrás de Timoteo), el arquero Rubén Sánchez y, tapado, Mario Gómez.
Era el 8 de junio de 1980, fecha 22 del Metropolitano. Griguol había estado increíblemente cerca de ser despedido en la primera rueda y venía ya dándole forma a su equipo, que andaba por la mitad de la tabla. El fin de semana anterior, Ferro había quedado libre. Esa tarde recibía al San Lorenzo de Carmelo Faraone y le ganaría 2 a 1.
Fue un partido histórico. El Negro Apariente había abierto el marcador en el primer tiempo. A los 33 del segundo, empató Mario Rizzi. Y 5 minutos más tarde, Timoteo decidió el ingreso y el debut en primera división de uno de los jugadores más importantes de la historia del club: salió Apariente, entró Alberto José Márcico, con la 15. Ferro convirtió el gol de la victoria faltando 2 minutos, a través del Burro Rocchia.
El Beto era casi un desconocido de 20 años. Había integrado el banco de suplentes una sola vez, en marzo, en una derrota contra Colón en Santa Fe. No había hecho inferiores, pero el Viejo Griguol estaba convencido de que podía ayudar a convertirlo en el enorme crack que fue.
Y lo fue llevando de a poco y con responsabilidad; a lo Timoteo. Márcico fue al banco 5 veces más y recién en agosto salió por primera vez como titular.