En 1985, a Ferro podían pasarle cosas como estas...
Jueves 25 de junio. Noche lluviosa, cancha de Vélez. Es el segundo debut de Timoteo y su ballet en la Copa Libertadores. El rival es Argentinos Juniors, el equipazo del Checho Batista, el Panza Videla y el Bichi Borghi. Partido trabado, lucha de estilos, que rompe el Gallego González con uno de los mejores goles de los que se tenga registro en la historia del club: taco en el aire para acomodarla sobre el empeine derecho y volea inapelable contra un palo de Enrique Vidallé. Triunfazo.
Domingo, de nuevo en Liniers, esta vez para el clásico del Oeste. Baile inolvidable: José Luis Cucciufo en contra en el primer tiempo; Claudio Crocco, Oscar Acosta y Hugo Noremberg, en el segundo.
La revista El Gráfico, en doble página el martes siguiente, reflexiona: "¿Por paciente, Ferro vuelve. Porque es capaz de esperar... Por pícaro, Ferro vuelve. Porque es capaz de aprovechar como pocos los errores ajenos y los aciertos propios (...). La picardía sensata, a veces científica, no siempre vistosa y casi nunca brillante. Pero vale".
¿Vale? Valió dos campeonatos y una década casi completa de protagonismo sostenido.
La semana siguiente, el 4 de agosto, Ferro le ganó a Gimnasia (La Plata). Dos días después, en Río de Janeiro, venció por 2 a 0 al Vasco Da Gama. Todo en otra semana.