El Ferro de Jorge Castelli, que bajó de la B Nacional a la Primera B, era una verdadera banda. Terminó último en la tabla de posiciones, último en los promedios de su zona y ganó apenas 3 partidos en todo el torneo. Un final cantado, parte de la decadencia institucional del club en esos tiempos.
En el plantel había un poco de todo. En el arco, un brasileño sin nivel de primera división. Atrás, veteranos con muy poco para dar. En el medio, algunos metedores empedernidos conviviendo con otros que llegaban con chapa de crack y se fueron irían bajito. Y adelante... algo de entusiasmo.
En ese equipo también había pibes de las divisiones inferiores que ponían la cara y se iban convirtiendo en la base del Ferro que el año siguiente pelearía -otra frustración- por subir de categoría. Uno era el Perro Décima; otro, Mario Costas. Tulita. Y otro, todavía suplente nada menos que del Pelado Meijide, era Maximiliano Nicolás Velázquez.
La foto pertenece a un 0-3 con Nueva Chicago, cerca del final de ese campeonato de agonía. Maxi ya se había ganado la titularidad. Tenía 20 años. Había debutado en primera división jugando en la A, en el interinato de Peto Perisse, pero no sería titular sino hasta la temporada siguiente, en la B Metro.
El día de los festejos contra San Miguel, con Ferro ya ascendido, Maxi se despidió del club y emprendió una carrera exitosa que incluyó a Talleres (Córdoba), Independiente y Lanús, donde fue capitán, campeón local y subcampeón de América. Lo último fue Aldosivi (Mar del Plata).
¿Y si vuelve a Ferro?