1982 fue, por supuesto, un año especial. Con una coronación histórica, luego de tantos ascensos y descensos: un campeonato ganado de punta a punta, sin perder un solo partido y con un juego limpio inconmovible. Que también fue el fruto de un proyecto, de una concepción de institución deportiva basada en valores.
1982 fue, definitivamente, un año para festejar. Y en diciembre, el plantel del Viejo Timoteo compartió sus buenos deseos a través de una tarjeta, a la que cada jugador le estampó su firma. La tarjeta fue enviada a clubes amigos, socios y diferentes instituciones.
Aunque, para Ferro, Papá Noel había llegado seis meses antes, esa tarde en el Templo en la que los firmantes de la tarjeta le ganaron a Quilmes...