Rubén Daría Insúa fue, probablemente, el peor técnico de la historia de Ferro. Por resultados (el 6,66 por ciento de los puntos en disputa), por el plantel que dejó (con refuerzos de bajísimo nivel) y por el tobogán camino a un descenso que, si bien fue parte de un proceso con varias causas, se volvió inevitable mucho antes del final del campeonato. El único partido que Insúa no perdió en Ferro fue el penúltimo de los cinco que dirigió, contra Racing, en Caballito, un viernes por la noche: 1-1 con gol de un tal Roberto Martín Gorocito.
Es cierto que Insúa, volante fino en sus tiempos de futbolista, venía de entrenar al Barcelona (Ecuador) que llegó a la final de la Copa Libertadores de 1998. Algunos de los jugadores a los que había dirigido entonces los trajo al club, como Beto Alfaro Moreno, de 35 años; Pepo Morales, de 33; el lateral ecuatoriano Luis Gómez y su compatriota, el veloz delantero Nicolás Ascencio, el único que valía la pena. También sumó a un ex compañero suyo en Independiente, Fabio Lenguita, de 30, que batió el récord de irse a la B con tres equipos distintos en forma consecutiva. Extranjeros sin antecedentes, como el brasileño Henrique Da Silva y el paraguayo Hernán Florentín, y delanteros con poco gol, como Sergio Comba, completaban un panorama desolador.
El Mudo Aleva registró a Insúa, tranquilo y faso en mano, en el banco, con uno de sus sus típicos sacos tropicales. En ese momento, el equipo vestía ropa New Balance y los suplentes, equipo gris. Ahí están el ecuatoriano Asencio, Chaparrito, Mario Grana, Cristian Tula, entonces de 19 años, y Fabián Oscar Cancelarich.
Insúa se fue tras el partido siguiente, un 1-4 con Chacarita en San Martín.