Tiene 16 años. Hace poco tiempo que Luis Ángel Salmerón dejó su Córdoba natal para sumarse a las divisiones inferiores de Ferro. Está en su habitación, en la pensión -cuna de cracks- que el club tenía entonces en la calle Fragata Sarmiento. El Pupi juega en la séptima división y tiene toda una carrera por delante.
Con él está José Ezequiel Molina, lateral izquierdo, también cordobés. Es la habitación de dos adolescentes: en el fondo se mezclan un póster de Diego con más fotos y calcomanías varias. En solo dos años, Salmerón estará debutando en primera división.
Molina se fue antes: probó suerte en Boca, donde llegó a jugar dos amistosos en 2002, y después anduvo por Chacarita y Atlético Rafaela, entre otros equipos. Era una época dramática en el club. Salmerón tendría un paso fugaz por Deportivo Armenio y abriría luego una serie de idas y vueltas, en el país y en el exterior, que terminarían por significarle un total de nada menos que 292 partidos en Ferro.
Es uno de los máximos goleadores de la historia del club. Su última salida fue en silencio, demasiado silencio. Al Pupi todavía le falta un regreso a Ferro.