Daniel Osvaldo González era un número 10 muy habilidoso, rápido, que jugó en Ferro a principio de los años 90s. En marzo de 1992, en Caballito, hizo un gol de rabona inolvidable: agarró el rebote de un tiro libre de Perico Pérez, contra Deportivo Español, y cuando el arquero Pedro Catalano le fue a achicar, cruzó el pie derecho por detrás de izquierdo y se la metió contra un palo. Fue en el arco de la tribuna local. El Coco Basile lo estaba siguiendo para sumarlo a la selección argentina.
Es el típico caso del jugador que tuvo una lesión grave que, quizás, le cambió el rumbo a la carrera. Timoteo lo hizo debutar en mayo de 1989, con los 21 años recién cumplidos. El Negrito tenía corte tasa y encaraba por los dos costados, con mucha cintura. Y le pegaba bien de media distancia. A poco de debutar, en el Apertura 90, hizo otro golazo: de tijera, a Talleres (Córdoba), también en el Templo de Madera.
En ese mismo torneo, cuando empezaba a llamar la atención, sufrió una desgracia. A los 15 minutos de un partido contra Platense, Ariel Orellano lo fue a marcar a un costado y le rompió los ligamentos. El Negrito González tuvo que ser operado y estuvo varios meses sin jugar. Esta foto -del reportero Jorge Bosch, de la agencia DyN) es de un poco antes: Clausura 1990, contra Rosario Central; lo marca Adrián Daniele.
En 1993, se fue a jugar a Gimnasia (La Plata). También anduvo por el Tianjin Teda (China) y se retiró en Atlanta, en el 98. Retirado, se dedicó a la representación de jugadores.