Con Argentinos Juniors tuvimos buenas y malas épocas. Tiempos de amistad desde los años 70s (Ferro y Argentinos/Unidos por el vino) y enfrentamientos bastante inexplicables cuando coincidimos en la B, en las última décadas. Los dos clubes tienen el mismo origen de barrio y coinciden en un década llena de gloria, que en el caso de Argentinos llegó nada menos que a la Copa Libertadores.
Este historial empezó a escribirse en 1927, cuando Ferro ganó 2-1 por la fecha 27 del campeonato de ese año. En Primera, desde entonces, disputamos un total de 92 partidos y ganamos 29 cada uno. En las diferentes segundas divisiones -desde 1947 hasta el último partido en 2017- jugamos en otras 11 oportunidades y ahí les sacamos una ventaja de 5 a 3.
Ferro y Argentinos fueron los dos campeones de 1984; nosotros en el Nacional y ellos, en el Metropolitano. En consecuencia, los dos fuimos a la Copa. Y ahí nos ganaron los partidos más importantes. El Ferro de Timoteo tenía un equipazo y representaba un estilo de juego distinto del de Argentinos, entonces dirigido por el Piojo Yudica: menos organizado, más vistoso, menos ofensivo pero con una defensa que era un cerrojo.
Compartimos el Grupo I con los brasileños de Vasco da Gama y Fluminense. En la ida, Argentinos como local en Vélez, ganamos 1-0 bajo la lluvia, con un golazo de Esteban González. En la vuelta, perdimos 3-1 (abrió el marcador el Gallego, después hizo uno en contra el Cabezón Cúper y nos lo dieron vuelta). Los dos quedamos como punteros de zona y tuvimos que jugar un desempate, que volvieron a ganar 3-1.
Argentinos, en ese tiempo, tenía su cancha de La Paternal casi abandonaba. Jugó varios años como local en el Templo de Madera.
La foto, del diario Tiempo Argentino, pertenece a ese partido que pudo haber cambiado la historia de club en la Libertadores del 85. Se jugó en Caballito. Se ve de fondo la platea de madera y, en primer plano, dos jugadores que fatigaban el mediocampo: José Fantaguzzi y Renato Corsi.