Hay dos fuera de serie que lo consideran un jugador absolutamente excepcional. Uno es nada menos que Diego, que en su autobiografía dice: "Ferro era [en 1981] un relojito. Ellos sí que eran regulares: tenían a Cúper, a Garré, a Saccardi, al paraguayo Cañete. Y al uruguayo Jiménez, que la rompía”. El otro que lo elogia siempre es el Alberto Márcico, que era su suplente hasta que Jiménez se desgarró y justamente él le quitó el puesto.
Julio César Jiménez, efectivamente, fue un jugadorazo. Nacido en Artigas, era rápido, habilidoso, gran enganchador. Aunque zurdo, definía con las dos piernas. Y en el área chica era letal.
En el Metro 81 que recuerda Maradona en su libro, Jiménez fue el segundo goleador de Ferro, detrás del Burro Rocchia, con 9 tantos; la lente del Mudo Aleva lo registró en un mano a mano contra Daniel Carnevalli, arquero de Rosario Central. En el otro subcampeonato del equipo de Timoteo, Jiménez anotó 3 goles más.
Se inició en Peñarol. Llegó a Ferro en ese año 81 procedente de Vélez. En 1982, ya desplazado al banco de suplentes por el Beto Márcico, jugó apenas 3 partidos y terminó yéndose a Unión (Santa Fe).