El sueño de un estadio de Ferro moderno y funcional nació el 20 de julio de 1967, cuando la Comisión Directiva encomendó a un estudio de arquitectos (Ricardo Etcheverry, Juan Carlos Piller y Aleardo Etcheverry) el proyecto para la construcción de una nueva platea de cemento, obras accesorias y un gimnasio. El club inició entonces una campaña de promoción y recaudación de fondos a la que tituló con un compromiso: “Entre todos lo haremos”. Cuatro años más tarde, quedó inaugurada la que sigue siendo la platea más hermosa del fútbol argentino.
El estreno oficial tuvo como invitado a Huracán, en la fecha 27 del Metropolitano de 1971. Ferro estaba regresando a Primera e iba a cosechar una muy digna séptima colocación en la tabla de posiciones. Ese año, el equipo -con la vuelta de Mario Imbelloni como técnico- había estado jugando como local en el propio Templo, con el sector de la futura platea clausurado total o parcialmente entre andamios y maquinaria.
El 21 de marzo de 1968, consta en las Memorias del club, se aprobó un pliego de condiciones y se convocó a concurso a 13 constructoras para que hicieran las correspondientes cotizaciones; en un segundo concurso, el 29 de agosto, se presentaron 5 empresas. La elegida fue Dicon Constructora, con un presupuesto final cercano a los 120 millones de pesos de la época y un plazo inicial de trabajo de 12 meses.
Y empezaron las obras. El financiamiento se basó muy principalmente en recursos genuinos del club, apoyados por un préstamo de lo que era la Secretaría de Estado de Promoción y Asistencia de la Comunidad (SEPAC). También se vendieron abonos por diez años a las futuras plateas, pagaderos al contado por m$n 50 mil (aproximadamente 150 dólares); en 12 cómodas cuotas por 60 mil o en 24, por 72 mil.
Se utilizaron 314.762 kilos de cal, 468.646 ladrillos y 3.153 metros cúbicos de arena. La tan característica visera curvo quedó para el final. El día de la inauguración, en lo alto de la nueva estructura apareció un cartel enorme: “Entre todos lo hicimos”.
Las plateas estaban decoradas con flores y con banderas de los restantes equipos de Primera. Todavía había un hueco donde hoy balconea el gimnasio/salón que está sobre el hall interior. Hubo música y desfile militar. En la ceremonia previa al partido estuvieron junto al presidente del club, Santiago Leyden, el interventor de la Asociación del Fútbol Argentino y vecino del barrio, Raúl D’Onofrio (padre del presidente de River, Rodolfo), y el secretario de Deportes, Ernesto Cilley Hernández.
La tijera con la que se cortaron las cintas inaugurales está guardada en el club, en una caja azul junto a una nota alusiva firmada por el gerente de la época, Eduardo Prado.
Aquel 15 de agosto de 1971, Huracán -que empezaba a estructurar un equipazo- se negó a participar de la celebración: ganó 4 a 2 con goles de Héctor Veira, Narciso Doval, Miguel Brindisi y Luis Giribet; descontaron Oscar Laginestra (en contra) y el Goma Vidal.
Las nuevas instalaciones incluyeron 4.163 butacas de plateas divididas en 16 sectores, tres baños de hombres, dos de mujeres y seis kioscos/bares, más la parte preliminar de lo que desde 1972 sería el Gimnasio Héctor Etchart. El estadio de fútbol, en cambio, no tendría nombre oficial hasta 1995.