Cómo no amar a tipos como el Mono Burgos…
No solo por sus atajadas. No solo por su estilo arriesgado y, a la vez, comprometido con el equipo. No solo por ser un pibe del club: desde la pensión -Neuquén y Nicolás Videla- hasta la Primera División. No solo por haber llegado a la selección nacional. No solo por romperla en otros equipos y en otros países. No solo por la espontaneidad para tirar frases maradoneanas, para reconocer una metida de pata o para actuar camino al Oscar. No solo por haberle ganado al rival más difícil. No solo por el rock y todo ese carisma.
Por todas esas cosas juntas y por una que los hinchas de Ferro guardamos en el corazón. Ocurrió el 11 de junio de 2000 en el Templo de Madera. Del lado de adentro, un equipo con mayoría de pibes hacía lo que podía contra Lanús: doloroso 0-7 y descenso anunciado. En la tribuna local, promediando el primer tiempo, apareció de la nada el Mono Burgos, como un hincha más, para acompañar el duelo.
En esa época no había teléfonos con cámara para inmortalizar semejante muestra de amor por los colores. El Mudo Aleva lo retrató desde el campo de juego: el Mono y la gente. Después de la foto, Burgos -con campera de corderito- se sentó en los tablones y cantó con todos «Vamos a volver»